"ESCRIBIR SALE DEL ALMA"
Gabriel García Márquez".

"África es uno de los continentes más ricos del mundo en recursos minerales,  pero tiene a la gente más pobre del mundo". Y la más explotada, también. 
Southern Africa Resource Watch (SARW)

martes, 25 de diciembre de 2007

Mi familia en Mozambique... Natal moçambicano


Hoy es 25 de diciembre... día de Navidad y puedo decir que estoy feliz de poder compartir estos momentos con las personas que más quiero: mi madre y mi hermana. Después de doce horas de viaje el sábado llegaron a tierras africanas.
Primera parada: Maputo... estos días les he estado enseñando la ciudad, como buena anfitriona las llevo, las traigo y les muestro lo "bonito" y lo "no tan bonito" que hay aquí. Pero es importante no quedarse sólo en la parte turística... hay que verlo TODO.
Desde la zona de la baixa con su Fortaleza, el Mercado Central, la Estación Central (donde se grabó la película de "Diamantes de Sangre") hasta la zona de Costa do Sol (todo lo contrario que la conocida "Costa del Sol española"...nada más lejos de la realidad...) con sus barracas, el pueblo llano con su música en los coches a todo volumen, los vendedores callejeros de batiks, los niños "vigilantes de coches", las mamas moçambicanas con sus peques a la espalda y los pescadores de la playa con sus peixes recién sacados del mar y como no... mucha música marrabenta y pasada de fondo.

Hoy además nos reunimos en casa de mis amigos Tatiana y Alberto de Médicos Sin Fronteras y nos juntamos allí gente de todas partes del mundo: Bélgica, Grecia, Holanda, Italia, Perú, Alemania, Georgia, Rusia, Mozambique y por supuesto España.
Ha sido precioso poder compartir este día con "desconocidos" que al final de la tarde dejaron de serlo.
Una Navidad Moçambicana con un toque internacional. Cada uno aportó un plato o lo que podía. En nuestro menú Navideño tuvimos de todo. Desde un un plato georgiano de nombre impronunciable pero que estaba buenísimo, pasando por arroz y patatas, pan de ajo, una salsa de mango deliciosa, pinchos de pollo, pescado y camarão sin faltar por supuesto... la tortillita de patatas y turrón (que mi madre trajo de España).

Los padres de mi amiga Lucía (la Lectora de Español de la Universidad Eduardo Mondlane) aportaron de su Galicia natal AGUARDIANTE casero que tomamos con el café. Benito (el padre de Lucía) fue ofreciendo chupitos a todos los que estábamos allí y según la "nacionalidad" les "explicaba" lo que era el aguardiante para que lo probaran. A los rusos les decía que era "vodka", a los holandeses y alemanes "wisky"... y así según el país iba "personalizando" el tan preciado licor.
Por cierto, mi hermana se encargó de los postres y entre el bizcocho de chocolate y banana, una tarta de yogurt con guayaba y una gelatina de papaya nos dejó a todos impresionados. Yo la primera... si es que no es porque sea mi hermana pero tengo "una pedazo de hermana"...
Tampoco faltó un pequeño árbol de Navidad de plástico que Elise (una holandesa) consiguió en una tienda de chinos (aquí en Maputo hay una especie de "Todo a 100"). Nuestro pequeño árbol tenía hasta una campanita y un par de estrellas hechas de alambre.

Así que después de esta celebración de Navidad (entre cocoteros y árboles de mango que no tiene nada que envidar a cualquier otra celebración en cualquier otra parte del mundo occidental y desarrollado) no puedo pedirle y agradecerle más a la vida en estos momentos. Porque lo pasamos genial.
Han sido unas Navidades especiales y maravillosas. Estoy feliz de vivir este Natal Moçambicano...
FELICES FIESTAS PARA TODOS


*
Tatiana y Alberto: ya lo sabéis, os lo he dicho en casa y repetido y requete repetido... pero MIL GRäCIäS. Un día inolvidable. Habéis sido unos anfitriones estupendos.... Tati... que veo que me vas a hacer la competencia como "organizadora de fiestas".... je,je,je...
Y a tí Gina... que te puedo decir que no sepas. Como siempre has hecho unos postres que nos has dejado a todos con la boca abierta... "me dejaste en buen lugar" ji, ji, ji... es broma. Estos meses aquí he hechado de menos tus comidas, tus postres y sobre todo a tí hermanita.
Sigamos disfrutando del momento. ¡¡CARPE DIEM!!*

domingo, 9 de diciembre de 2007

Destino Tambuzi y acabamos en Pemba

Llevaba varias semanas preparando esta escapada aprovechando el puente...por fín iba a poder conocer una pequeña isla perdida en el medio del Océano Indico llamada Tambuzi Island. El viaje parecía sencillo: Avión de Maputo a Pemba (cuatro horas de viaje parando en Beira y Nampula antes de llegar a Pemba), en el aeropuerto un motorista (un conductor) nos llevaría rumbo al norte hasta llegar a Mocimboa da Praia (un pueblecito pesquero) durante cinco horas por carreteras moçambicanas y de allí en dhow (una especie de barco de vela) hasta llegar a la isla paradisiaca.

Pero esta aventura dio un giro de 180 grados y lo que pretendía ser una aventura hacia una maravillosa isla paradisiaca acabó convirtiéndose en "viaje a Pemba".
Cualquier persona que haya viajado alguna vez por África... o en este caso por Moçambique sabe de lo que hablo. Aquí no se pueden hacer planes... porque los planes al final NUNCA FUNCIONAN... y lo que hoy es blanco, mañana es azul y pasado es verde...

Nuestro viaje comenzó el miércoles, a las seis de la mañana había quedado con mis amigas y compañeras de viaje Tatiana y Odette. Nuestro vuelo salía a las siete y media debíamos estar en pronto en el aeropuerto. Llegamos en diez minutos desde mi casa y nada hacía presagiar lo que vendría después. Facturamos y embarcamos sin problemas (previo pago de las tasas de viaje) y nuestra primera parada fue Beira (si, el avión es como un autobús, hace paradas en otras ciudades para recoger/bajar pasajeros).

Nos hicieron salir a todos del avión, esperar veinte minutos y volver a embarcar. A todo esto imaginaros a todos los pasajeros caminando por la pista tan normales (si, aquí el pasajero camina del avión hasta las salas del aeropuerto atravesando como no la pista de aterrizaje).
Subimos otra vez y yo tenía a un señor muy pesado que no dejaba de preguntarme que "a dónde iba, qué hacía, en qué trabajaba, si estaba de vacaciones, cómo me llamaba... " y aunque no le contestaba y me hacía la dormida para no hablar con él, este hombre seguía insistiendo. Mis amigas se reían... claro... ellas no tenían al ¡"abuelete" dando la lata! El caso es que después de aguantar las cuatro horas de viaje con la conversación sin sentido del "abuelete moçambicano", saliendo y entrando del avión y atravesando las distintas pistas de aterrizaje de los aeropuertos de Maputo, Beira y Nampula por fín llegamos a nuestro primer destino: Pemba

Nada más salir del avión y como no, atravesar la pista hasta llegar a la sala de equipajes bajo un calor que no os podéis imaginar (peor que en Maputo) recibo un sms del motorista que nos iba a llevar para decirnos que no viene... le llamo y le pregunto que si va a venir más tarde y resulta que el hombre nos dá plantón, no viene... imaginaros nuestra cara, tiradas en el aeropuerto de Pemba, en una ciudad desconocida y que no pretendíamos visitar. ¿¿Cómo íbamos a llegar a nuestro segundo destino?? En Mocimboa estaba todo preparado y estaban a la espera de nuestra llegada.

En seguida me puse a llamar a todo el mundo que conocía y afortunadamente en Pemba tengo buenos amigos que en seguida respondieron. Pero todos decían lo mismo... para ir a Mocimboa o vas en coche privado o en el único machimombo (una especie de autobus algo más grande que las famosas chapas que se utilizan aquí como transporte público) que sale de madrugada. Sólo salen una vez al día y si queríamos cogerlo debíamos esperar hasta el día siguiente para apanhar los billetes del machimbombo.
Buscar un motorista a esas horas era ya imposible. Nadie conocía a nadie y en la única agencia de viajes de Pemba nos cobraban 400 dólares sólo por llegar allí... una pasta contando que por 200 meticais (unos seis euros) el machimbombo nos llevaba a nuestro siguiente destino. Buscar otro dhown o barco de pescadores que luego nos llevara a la isla (ya habíamos perdido el que nos habían organizado) y en fin... improvisar sobre la marcha fue una prueba de paciencia, control de nervios y templanza.
Fanou y Viola nos "adoptaron" esa noche en su casa. Esta pareja de amigos que trabajan para Médicos del Mundo en unos proyectos de HIV/SIDA fueron nuestros ángeles de la guarda. Nos dejaron las llaves de su casa y nosotras esa tarde decidimos aprovechar para disfrutar de la playa. Pemba es famosa por su bahía (está entre las tres mejores del mundo) y también por su famosa playa: Wimbe. No podíamos hacer nada y decidimos ver el lado positivo de todo, aunque perdiéramos un día todavía podíamos viajar al día siguiente.
A la madrugada siguiente estábamos en pie a las tres de la mañana... a las cuatro salía nuestro machibombo a Mocimboa da Praia y no podíamos permitirnos el lujo de perder un día más. Álvaro, nuestro anfritión de la isla ya había organizado otro barco que nos llevara cuando llegáramos a este pequeño pueblo pesquero.

El caso es que después de cuatro horas de viaje, entre todo tipo de olores, gente y paisajes nuestro machibombo decidió "morir" en medio en una aldea perdida del Moçambique más profundo... era como una película. Nos quedamos tiradas en el medio de la nada. Cuando digo "medio de la nada" me refiero en el "medio de la nada"...no había nada de nada, ni agua, ni puestecillos callejeros (ya no digo tiendas porque eso ya es un lujo aquí en África), ni vendedores ambulantes, ni electricidad, el móvil no tenía cobertura... así que ahí estábamos nosotras y las cuarenta personas más que viajaban el el machibombo, debajo de uno de los pocos árboles que había haciendo sombra y a la espera de que desde Pemba llegara el mecánico de urgencia.

Durante todo el tiempo que estuvimos tirados nos alimentamos a base de mangos (lo único que pudimos conseguir) y yo volví a poner en práctica mis "respiraciones yóguicas" porque era una situación subrealista. No podía creer lo que estaba pasando... a todo esto nosotras éramos la "atracción" de las gentes del lugar... no todos los días se queda tirada un machibombo con tres locas viajeras adictas a los mangos. Porque para seguir en mi línea de buen rollo y positivismos, había que tratar de sacar lo bueno de la situación. Los mangos estaban buenísimosssssss.


Los minutos pasaban y se convertían en horas y el mecánico no aparecía... cuando le preguntábamos al conductor del machibombo, nos respondía sin prisa y con calma que "ya había llamado" y que ya el mecánico de urgencia que venía desde Pemba ya estaba de camino... pero aquí el tiempo como ya he mencionado en otras historias de este blog tiene otro sentido.

Y las horas seguían pasando y nosotras seguíamos tiradas sin poder hacer nada... El tiempo se nos echaba encima. Ya era jueves y desde donde estábamos (ni siquiera tenía nombre la aldea) nos quedaban siete horas hasta llegar a Mocimboa. Eso siginificaba que hasta el viernes en la madrugadano estaríamos llegando a Tambuzi pero el mismo viernes por la noche tendríamos que coger otro barco/dhow de vuelta a Mocimboa para coger el sábado a la madrugada otro machibombo para volver a Pemba. El domingo a medio día cogíamos el avión a Maputo.... demasiado complicado... Y por votación popular y democrática entre mis amigas y yo decidimos muy, muy, muy a mi pesar volver para Pemba.

Tanto mis amigas como yo no nos podíamos permitir el lujo de perder el vuelvo el domingo... porque si llevábamos dos días para viajar... no queríamos imaginar cómo sería la vuelta... y más con el tiempo tan justo con el que contábamos... y creo que la razón del "tiempo" pesó más que otra cosa... "donhos do tempo" (¿verdad Álvaro?... yo después de esto he decidido no usar reloj nunca mais en estos lugares).

La gente del autobús no entendía lo que estábamos haciendo... "que é o que pasa mamá?" me preguntaban (aquí es bastante común que los moçambicanos se dirijan a la persona con la que hablan llamándola papá o mamá según sea hombre o mujer). Después de la larga espera llegó el mecánico. Le preguntamos si nos podía dar boleia (si nos podía llevar en su coche) hasta Pemba y se negó. Así que hablamos con el conductor que nos llevaba a Mocimboa para que parara el primer machibombo en sentido contrario que volviera para a la ciudad. Y así lo hizo. Después de dejar la "aldea perdida" y seguir por la vieja carretera en dirección Mocimboa el conductor del machibombo paró otra vez en el medio de la nada a otro machibombo e hicimos "el cambiazo" (estas cosas sólo pasan por estas tierras!).


Así que ahí estábamos las tres despidiéndonos de medio "autobús" y dando la vuelta para la pequeña ciudad de Pemba. La siguiente cuestión era otra: ¿y ahora qué hacemos? sin conocer la ciudad y como única referencia Fanou y Viola volví a llamarles en cuanto tuve cobertura y pedirles que nos "adoptaran" en su casa hasta el domingo, porque nos quedaban dos días más antes de volver a Maputo.
Como era de esperar, nos aceptaron encantados y nosotras decididimos coger la guía que teníamos y tratar de sacar el mejor partido a la situación.
Aquella noche ya teníamos planeado lo que íbamos a hacer y al final nuestra aventura por tierras del norte no fue tan catastrófica como parecía que iba a acabar. Para empezar no nos volvimos a quedar tiradas en ninguna carretara, no tuvimos que volver a recurrir a ningún tipo de transporte público local (ni chapas ni machibombos), nos hicimos amigas de un taxista (llamado Alegre) que nos llevó y nos trajo cuando Fanou y Viola no podían darnos boleia y sobre todo teníamos un techo donde dormir esos días.

Después sólo fueron cosas buenas, hicimos buceo (buceo de verdad, con los trajes de neopreno, las botellas de oxígeno) con el viejo Peter. Un sudafricano que lleva 16 años en Pemba y más de cincuenta en el mundo del buceo. Le conocimos en la playa de Wimbe y fue genial. La sensación de estar en pleno fondo viendo todo tipo de peces de colores, estrellas de mar, corales y demás bichos acuáticos es indescriptible. Pasamos el día en esta playa, tomando zumos de piña natural con alguna caipirinha que otra entre medias. Comidas y cenas en el Nautilus, el 556, Dolphin Wimbe... visitas a mercadillos como el de Nitite y lo mejor de todo vino el sábado por la tarde porque Fanou y Viola tenían organizada una acampada en la playa.

El lugar era un pueblo perdido de la costa llamado Murrabué. Fue increíble. Una playa solitaria, bajo un cielo estrellado maravilloso que parecía pintado a mano, nuestras tiendas de campañas, el océando índico de fondo y nosotras disfrutando del momento. Y el domingo por la mañana estábamos de vuelta en casa de mis amigos listas para coger el avión de vuelta a casa.
La pena con la que me quedé (aunque disfruté de Pemba, mis amigos, de la playa y la acampada) es no haber podido llegar a lo que era nuestro destino de verdad... Tambuzi Island. Después de recorrer 3000 km de avión fue algo frustante pero si me pongo a filosofar sobre la situación:
Si se complicó todo, quizás no era el momento de ir... pero eso no significa que no vuelva a intentarlo. Esta vez con más tiempo y sin prisas. Así que como dije, a partir de ahora yo ya no uso reloj (excepto para ocasiones concretas) y siempre seguiré viendo lo bueno y positivo que me enseña la vida... sobre todo por estas tierras.


*Y a ese chico maravilloso y aventurero que se lo curró para que pudiéramos ir:
Mil gräcias por todo, sé que lo tenías todo preparado para nuestra llegada pero no pudo ser esta vez. Seguro que hacer buceo en el océano índico con el viejo Peter no es lo mismo que hacer buceo contigo... seguro que la langosta que tenías preparada estaba mucho mejor que los "peixes bola" que comimos en Wimbe... seguro que las estrellas que se ven en Murrebué no son las mismas que desde Tambuzi... seguro que el vino y el ron no saben igual en tierra firme que en una isla como la tuya... en definitiva...como te dije, me quedo con las ganas de conocer Tambuzi. Tú y yo somos igual de positivos, locos aventureros y vemos la vida de forma muy parecida. Esta vez no fue, pero estoy segura que la próxima vez sí que será... ¿¿si todavía está en pie la invitación...?? De todas maneras como ya te dije... sigo en Maputo.*

lunes, 3 de diciembre de 2007

Swazilandia: un pequeño reino por descubrir

Swazilandia es un diminuto país (uno de los más pequeños del continente) sin salida al mar en el sur de África situado entre Sudáfrica al oeste y Mozambique al este. Recibe su nombre de la tribu Swazi, una etnia Bantú. Para comunicarse allí en cualquiera de sus lenguas oficiales: swazi e inglés (aunque también hay minorías étnicas que hablan sus propias lenguas).
Desde Maputo en coche se tardan tres horas (si no hay mucho lío en la frontera) y la carretera está bien (bueno, no se puede comparar con las grandes carreteras occidentales pero para lo que es África… la carretera está muy bien).

Para variar este viaje no estaba programado… más que nada porque la idea era ir a la ciudad sudafricana de Nelspruit en busca de “una cámara de fotos” pero en el último momento los planes cambiaron (para variar) y entre volver a la “civilización de los grandes centros comerciales” y viajar en busca de aventura al pequeño reino de Swazilandia… pues preferimos la aventura y Swazi.

El viaje de “las supremas” como rebautizamos al viaje fue una pequeña escapada a este país vecino, tan cerca y también tan desconocido.

Así que Tatiana, Odette y yo madrugamos el sábado muy temprano y sin saber a dónde llegar y con sólo una guía de Lonely Planet y un viejo periódico swazilandes como referencia nos pusimos en camino. Lo más fácil era visitar alguno de los parques que estuvieran cerca de la frontera y una vez elegido buscar alojamiento.

Llegar fue fácil, incluso pasar la frontera que sorprendentemente no estaba llena de gente. Un par de sellos en nuestros pasaportes, “pago de tasas de importación del vehículo” (esto todavía no lo entiendo… si sólo íbamos a estar dos días allí pero la burocracia es la burocracia) y la correspondiente inspección del maletero (la verdad es que no sé que esperaban que lleváramos…) hacían más cercano nuestro destino.

En cuanto localizamos el la reserva a la que íbamos a ir “Hlane” nos pusimos manos a la obra en busca de alojamiento. Dentro del parque era caro, así que cogimos carretera y junto con nuestra maravillosa guía (mejor dicho, la maravillosa guía de Odette) nos pusimos a buscar por las poblaciones cercanas. Realmente Swazi es pequeño y aunque las distancias en el mapa parecen largas luego en realidad las distancias son cortas. Al final acabamos en un pequeño hotel cerca de Hlane. Dejamos las mochilas allí y nos fuimos a la reserva. De todas maneras los animales en Swazi campan a sus anchas. No es raro ver en plena carretera (además de vacas) impalas o ñus que se atraviesan como si nada. De hecho hay una señal de tráfico que advierte del peligro de que pasen estos animales.

Casi tres horas en pleno matto en un todoterreno especial que tenían los del parque para ver en vivo y en directo rinocerontes, antílopes, leones, tortugas, elefantes y hasta escarabajos peloteros.

Pero todo esto a menos de un metro… si es que yo sólo había visto animales salvajes en el zoo o en la televisión… y nunca tan cerca.

La sensación de adrenalina que sientes por el cuerpo cuando de repente el guía para el todoterreno y te empieza a señalar al grupo de rinocerontes o leones es emocionante… y los ves ahí en plena naturaleza y tú estás siendo testigo de todo. Y lo mejor es cuando tienes la oportunidad de bajar del vehículo y acercarte a verlos…pero acercarte de verdad…

Odette y Tatiana no dejaban de tirar fotos… para mí fue una “prueba de fuego” porque ahí estaba yo, viendo algo que jamás había visto antes en mi vida sin poder inmortalizar el momento… fue bonito, divertido y salvaje. Menos mal que mis queridas “supremas” conociendo bien mi “mono por las cámaras” de vez en cuando me dejaban las suyas para que yo también pudiera plasmar cada momento. Es que son situaciones que jamás se volverán a repetir, puede que haya parecidas pero nunca serán iguales.

Tuvimos suerte de poder ver tantos animales… normalmente la gente no los ve. Más que nada porque los animales van a su ritmo y no puedes pedirles que justo a la “hora X” aparezcan de detrás de un árbol para que “el aventurero/a de turno” (¡aquí me incluyo yo!) pueda hacerle una foto. Así que fuimos afortunadas, muy afortunadas…ya podíamos volver a Maputo con la satisfacción de haber visto de cerca (muy de cerca) a "a vida selvagem".

A la mañana siguiente y antes de de volver a Mozambique decidimos visitar otras localidades cerca de donde estábamos, Manzini, Malandela y como no… ver los mercadillos de artesanía. Hay auténticas maravillas en madera, telas, y sobre todo velas… creo que nunca he visto velas tan bonitas ni originales como aquí… y es que Swazi es famosa también pos sus “Swazi candles”. Y todo esto siempre rodeada de campos verdes, cielos azules, buena compañía, aire limpio y como no la buena energía fluyendo allá donde íbamos.

En definitiva, un fin de semana tranquilo, rodeadas de naturaleza y con recuerdos que se quedarán fijos en mi mente… y es que Swazi es mucha Swazi…aunque no vimos todo (nos faltaron la visitas a las cascadas, ver las danzas tribales y la visita a otras zonas como Ezulwini Valley, Mbabane o Lobomba) nuestra pequeña escapada valió la pena, sobre todo para mí…estar en contacto con “mamá tierra” ha sido la mejor medicina para recuperarme de todos los estreses, tristezas y demás…

martes, 27 de noviembre de 2007

Asaltada...

Por suerte o desventura tuve la desagradable experiencia de ser robada… no os podéis hacer una idea el disgusto que he tenido. Que te roben, ya sea en Madrid, Pekín o Maputo… es una experiencia fea. Mi móvil y mi cámara de fotos… mi maravillosa y preciosa cámara de fotos y sobre todo las fotos que tenía en la tarjeta de memoria fueron sustraídas del coche de mi amiga Tatiana. Imaginaros la situación, cuando llegamos al coche y resulta que vemos que la radio no está y que los objetos de valor que habíamos dejado escondidos en el coche tampoco… (precisamente para no andar por la calle con nada de valor y el evitar el ser asaltados decidimos dejar todo bajo los asientos del coche).

Lo gracioso de todo y lo más irónico es que los chicos que suelen estar en la calle vigilando los coches (aquí es muy común que haya rapazes que te vigilan el coche) “no vieron nada”. Además el coche no estaba forzado, no había ninguna ventana rota ni las puertas forzadas. El coche por fuera estaba perfectamente aparcado y cerrado. Es como si lo hubieran abierto con un mando o con la misma llave…¡Pero qué sensación de vacío, de impotencia, de abatimiento! Y además llovía… si es que parece que todos los elementos se hubieran puesto de acuerdo para hacer de aquel momento mucho más desolador de lo que era.

Yo no pude articular palabra, no me salía nada… en lo único que pensaba era en las fotos que había en la cámara, por la boca de mi amiga Steph sólo salían toda clase de insultos en portugués (creo que definitivamente ya me he puesto al día con el vocabulario en portugués-brasilero en lo que a esta materia se refiere!), Alberto y Tatiana por el contrario estaban tranquilos y viendo lo positivo del asunto: todos estábamos “sanos y salvos” y por último Nerea me cogía la mano y me decía que “tranquila”.

Lo positivo de todo (porque siempre hay que ver el lado positivo de las cosas) es que no fue con violencia, ni nos apuntaron con ningún arma, ni con cuchillos ni nada de eso (desgraciadamente la mayoría de los robos son con violencia…). Lo positivo es que todos estamos bien. Lo positivo de todo es que la radio funcionaba a pesar de que se habían llevado el frontal (era surrealista ir con la radio a tope y los cables por toda la parte delantera del coche y sin poder apagarla, ni bajar el volumen, ni cambiar emisora porque los cacos dejaron el curro a medias). Lo positivo de todo ha sido que al menos no se llevaron el coche porque eso había podido ser peor. Lo mejor de todo ha sido el poder sentir todo el apoyo de mis amigos… en especial de las “maria- caipirinhas” y sus “terapias de grupo” (Katariana, Steph, Tatiana, Nerea, Odette, Lucia…¡¡sois geniales!! Vocês são muito legal!!). Lo mejor de todo ha sido que mis compañeros de trabajo se han volcado con mingo (porque además saben lo importante que es para mí...“mi cámara”) y me he sentido mimada en todo momento. Lo mejor de todo es que para lo lento que van aquí muchas veces todas las cosas en este fin de semana pude gestionar lo de mi móvil y hoy vuelvo a estar comunicada con el mundo. Lo mejor de todo esto es que pronto tendré una nueva cámara. Lo mejor de todo ha sido aprender que cuando salga no debo de llevar nada de valor para evitar situaciones como esta. Lo mejor de todo es que si no hubiera sido por esta situación nunca hubiera conocido el Mercado de la Estrella que ha sido otra experiencia…

En fin, lo mejor de todo (y como ya sabéis que yo soy de las que veo la botella a rebosar), es que aunque no todo es perfecto aquí y también pasan cosas malas como en cualquier parte del mundo, sigo feliz en esta ciudad africana y haciendo lo que me gusta, escribir.

Adoro este país…

O Mercado da Estrela

El Mercado de la Estrella está situado en una de las zonas más oscuras de la ciudad. Es un lugar donde se reúnen todos los grandes y pequeños delincuentes de Maputo. En este mercado entre el barro, la basura y la tierra, puestecillos hechos con viejos palos, calles llenas de vendedores ambulantes, música a todo volumen de viejos coches tuneados, niños vendiendo cacahuetes y gente, mucha gente existe un comercio invisible. Aquí se puede encontrar de todo. Lo que quieras comprar lo puedes conseguir aquí. Desde, verduras, arroz, cerveza, alcohol, pinzas para colgar la ropa, pasando por enchufes, cuerdas, pantalones, camisetas, cuadernos, radios, móviles y sobre todo tipo de artilugios robados…hay hasta quién dice que también se pueden comprar y vender seres humanos…

Os debéis estar preguntado cómo es que conozco este lugar… pues evidentemente por el robo. El lunes cuando llegué a la oficina todavía esta sensible (a pesar de la “terapia de grupo de las maria-caipirinhas”). Es que no es sólo por el hecho de que me robaron una cámara de fotos que es algo en definitiva, material. Era más el valor sentimental y emocional. Yo soy periodista, mi cámara lo es todo… absolutamente todo para mí. Yo soy una “chica pegada a una cámara” y es como si me hubieran arrancado un trocito de corazón…

El caso es que yo sabía de la existencia de un “mercado” en la ciudad donde se pueden encontrar las cosas que roban… pero ni sabía dónde era, ni cómo llegar ni nada de nada ni hasta qué punto era el que me aventurara a ir sola.

Boaze, es el típico moçambicano, grande, con la cabeza rapada, que siempre tiene una sonrisa de oreja a oreja, unos ojos pequeños que a veces cuando se queda mirando fíjamente hacen que el negro de sus ojos parezca más profundo y siempre está de un lado para otro sin parar. Todo el mundo le "necesita": “Boaze necesito esto… Boaze se me ha roto aquello… Boaze no funciona esto…Boaze, Boaze, Boaze…”. Él se ocupa del mantenimiento de la oficina y del predio donde vivo y además de ser un tipo servicial es sobre todo muy buena gente.

Yo le conté todo lo que me pasó el fin de semana y entre alguna lágrima que otra que se me saltaba al recordar lo que había pasado, le pregunté por el famoso mercado.

Inmediatamente él me dijo que “ni se me ocurriera ir sola porque es un lugar peligroso incluso para los propios moçambicanos” lleno de bandidos, ladronzuelos y ladrones. Si ven que la “blanquita de turno” va allí, la gente sabrá que es porque está en busca de algún objeto que le han robado. Además, a parte de intentar revender el “objeto buscado” por el triple de su valor original el poder salir de allí “sana y salva” no está garantizado.

El caso es que Boaze me propuso un plan: él iba a ir primero sólo para ver si mi cámara y el móvil ya estaban en el mercado. Yo le imprimiría unas imágenes de los objetos que saqué de internet y la descripción de cómo eran. Después el me llamaría para decirme si estaba o no. La segunda parte del plan es que si mi cámara aparecía, él vendría a recogerme y junto con uno de los chóferes de la oficina iríamos los tres. El chófer y yo nos quedaríamos en una zona del mercado donde no fuera tan peligroso esperando. Luego él vendría con el “vendedor” y la cámara para que la viera. Él le diría al tipejo que su “patrona” esperaba en el coche y sería el gancho para atraerlo. Si era mi cámara trataríamos de negociar con él la compra y mientras tanto llamaríamos a la policía. Con lo“sensible” que yo estaba me advirtió de que si esa era mi cámara que no “mostrar interés, ni me alterara, ni que llorara ni mostrara ninguna emoción”. Debía ser fría y mantener la calma.

Así que Boaze se fue hacia el Mercado da Estrela y yo me quedé en la oficina pendiente de su llamada. A la media hora el teléfono de la oficina sonó. Boaze encontró algo y venía a buscarme. El corazón se me puso en un puño… ¿sería verdad? Me preparé y esperé que llegara. Después los tres (Ofumane - el chófer - Boaze y yo ) nos pusimos rumbo hacia el mercado.

Llegar allí es relativamente fácil, y aunque no hay una señalización clara de cómo llegar a este mercado clandestino, cuando uno se acerca a la zona se va notando que allí se mueve de todo. El todoterreno en el que íbamos se movía despacio por las estrechas calles que forman parte de este enjambre humano. Entre los puestos y la cantidad de gente que había no era fácil ir con el vehículo con facilidad. La gente se quedaba mirando… mejor dicho nos miraban con curiosidad. Los seguros de las puertas bajados, los cristales subidos y aún así la sensación de inseguridad se respira en el ambiente.

Ofumane aparcó en una especie de calle principal. Boaze salió en busca del “vendedor” y Ofumane y yo nos quedamos esperando. Me puse a observar por la ventana todo lo que acontecía a mi alrededor. La gente se acercaba, tocaban las ventanas y trataban de venderme todo tipo de cosa (espejos retrovisores, spray para pelo afro, trapos de cocina, jabón, cargadores para el móvil, chicles…).

Después de quince minutos, Boaze apareció con un “tiparraco” que simplemente con mirarle a los ojos se podía percibir la frialdad que tenía. Boaze subió al coche con una cámara…y no era la mía… respiré aliviada (si, la verdad es que me alegré de que no fuera mi cámara). Después salió del coche y le dijo al “tiparraco” que no estaba interesada. Volvió a subir al coche y pusimos rumbo a la oficina, entre la multitud, las calles estrechas y la basura. El tipejo le dijo a Boaze que seguramente en estos días podría tener “mi cámara” así que estaremos pendientes de qué es lo que pasa.

Muchas veces cuando roban objetos, esperan unos días antes de llevarlos al mercado por si aparecen los dueños con la policía… estos dos últimos meses del año son los peores en materia de seguridad en Maputo. La razón es simple… se acerca el “Natal” (las Navidades) y la gente necesita dinero.

Yo estoy mejor, otra vez vuelvo a ser “alOha lady”. Además, todo tiene solución excepto la muerte como dice el refrán. Sobre todo las cosas materiales: se pueden reemplazar. Me he comprado un móvil (el más cutre y barato que hay) y vuelvo a estar comunicada. Y de mi cámara… pues no me hago ilusiones, así que lo que haré será tratar de comprar otra en Sudáfrica (este fin de semana voy a ir allí) y mientras depender de las cámaras de mis amigos. Y las fotos que perdí… no quiero ni pensar en ello… lo que siento es no haberlas descargado antes en el ordenador pero ya nada se puede hacer. Lección aprendida y a seguir tirando para adelante con una sonrisa de oreja a oreja como las de Boaze…

viernes, 23 de noviembre de 2007

¿Por qué la necesidad de escribir?

Sentada en mi escritorio de la oficina, con un calor pegajoso que hace la ropa parezca chicle pegada a la piel (no funciona el aire acondicionado) y escuchando de fondo la música que ponen en la radio moçambicana favorita de Amalia (la secretaria de mi jefe)... por mi mente no dejan de pasar imágenes, caras y situaciones de lo que han sido estas últimas semanas.

Pero, ¿cómo resumirlo todo, sin olvidarme de ningún detalle y que no sea un “aburrimiento” para el que lo lea?, pregunta que siempre me viene a la cabeza cada vez que me pongo a escribir. Mi amigo Pregón, un chico moçambicano de mi grupo de capoeira dice que una persona tiene que dejarse llevar por su creatividad y no poner límites… además escribir es un ejercicio, inspiración, arte, un reto, una adicción, algo divertido y sobre todo algo que sale del corazón (o por lo menos eso es lo que siento yo cada vez que me pongo delante del ordenador). “Ten que deixar-se levar... "

Y tiene razón. Para empezar, yo adoro escribir (bien o mal pero me gusta). Aquí hay tantas cosas y tantas historias… así que en este blog seguiré escribiendo mucho o poco… sobre como va siendo mi vida aquí.

Todo esto bajo el calor pegajoso de esta ciudad, a ritmo de música marrabenta o passada de la radio moçambicana y rodeada de gente de todo tipo que enriquecen mi vida con sus consejos, experiencias, críticas constructivas, apoyo, reflexiones, alegría, buen rollÖ, cariño y amistad. Y siempre teniendo en cuenta esa famosa frase de Truman Capote sobre el arte de escribir:

«Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.»

Sutil y brutal... eso es escribir

martes, 6 de noviembre de 2007

Casa do Gaiato

Deseaba que con ansia que fuera sábado y cuando por fín llegó el día, supe que el esfuerzo por llegar a Boane (a una hora en coche desde Maputo) había valido la pena. La noche anterior, mi amiga Katarina y yo nos preguntábamos si íbamos a poder ir. Hasta el último momento estuvimos con la incertidumbre de saber si íbamos a realizar la visita a Casa do Gaiato.

A mí me encanta salir de la ciudad siempre que tengo oportunidad, disfrutar del paisaje con buena musiquita de fondo y filosofar sobre la vida, el mundo y la realidad que nos rodea.

Con nosotras viajaba Sergio, el encargado del área de Salud de la OTC para Mozambique que ya conocía Casa do Gaiato. Durante el transcurso del viaje nos explicaba y ponía en antecedentes de la historia y nacimiento de esta organización y sus proyectos.


Casa do Gaiato nació en la década de los 90 como respuesta a la ayuda solicitada por el Gobierno de Mozambique ante la cantidad de huérfanos y desplazados que vivió el país durante la guerra civil. Quince años después, Casa do Gaiato no sólo trabaja con huérfanos, también con niños repudiados, huérfanos del sida o en situación difícil. La Cooperación Española además contribuye además en el desarrollo de Boane en áreas tan distintas como desarrollo comunitario educación, vivienda, salud…


Yo trataba de imaginar cómo sería el proyecto. Por mi cabeza no dejaban de pasar imágenes y recuerdos de "Mi vida en Etiopía"... ¿sería igual? esa era la pregunta... lo que conocí fue mucho más: la África profunda, pura y dura. El Moçambique del matto como dicen aquí. Donde no hay agua corriente y los niños y mujeres recorren kilómetros para buscar agua que llevar a sus casas... donde no hay electricidad, donde el hambre y el SIDA son las principales causas de muerte. Donde los caminos son de tierra rojiza, las casas de adobe y el sol quema y abrasa de forma infernal. Esa imagen típica de África que nos viene a la cabeza... el África de los telediarios y los documentales... lo he visto y vivido antes... y la sigo viendo y viviendo ahora. Sigo sin "acostumbrarme" y sin " dejarme anestesiar" ante una realidad que a muchos les deja indiferente. A mí definitivamente no, me sigue chocando como si fuera la primera vez y removiendo por dentro.

De cualquier manera, a pesar de las circunstancias en las que se vive en Boane su gente ese día estaba feliz…no era un sábado cualquiera…era un día de fiesta porque una peña futbolera valenciana había subvencionado la construcción de un campo de fútbol para los niños. Mujeres, hombres y sobre todo, los niños del pueblo querían festejar el gran acontecimiento. Esa cara de felicidad no se me va de la cabeza, esa ilusión que los niños tenían con su modesto campo de fútbol, esa alegría que las mujeres reflejaban cantando y dançando…Era contagioso y yo ni corta ni perezosa me uní como una más a su celebración.

Compartir y vivir un día con todos ellos ha sido otra gran experiencia. Además para mí ha sido un ejemplo de ver cómo la cooperación bien hecha funciona. Porque en Boane se trabaja día a día por salir adelante. Y aunque tenga que recorrer kilómentros andando para recoger agua, al menos tienen la suerte de que se haya construido un pozo; aunque haya un alto número de personas enfermas de SIDA, hay un grupo de voluntarios locales que cuidan , atienden a estos enfermos y además llevan a cabo campañas de sensibilización; aunque los caminos no sean de asfalto, al menos tienen caminos de arena rojiza; aunque no tengan grandes casas, al menos se están construyendo pequeñas infraestructuras; aunque haya niños huérfanos, repudiados o enfermos, al menos hay un orfanato y una escuelita donde hay personas que con cariño, corazón y dedicación cuidan de ellos… y sobre todo hay mucha gente comprometida tanto cooperantes, voluntarios y personal local que creen y aman su trabajo, el proyecto y sobre todo lo que significa y simboliza Casa do Gaiato

No me arrepiento de estar aquí. Y todo lo que estoy viendo a mi alrededor me motiva más a seguir adelante como periodista en Moçambique. Aunque a veces tenga pequeñas "crisis existenciales" y me plantee el coger la mochila, dejarlo todo e irme al mato profundo a trabajar como cooperante.

Graciäs por leerme... Khanimambo

domingo, 4 de noviembre de 2007

WORLD PRESS PHOTO MAPUTO 2007

Aunque ya había visto la exposición, volver a verla aquí ha sido mágico... sobre todo por el lugar... una fortaleza increíble en la zona de la baixa y en frente del mar...

Esta fotO es una de mis favoritas...

Creo que las imágenes hablan por sí solas, ¿verdad?

jueves, 25 de octubre de 2007

En la Universidad...

Son las once de la noche y mi móvil parece la central de telefónica… sms por aquí, llamada por allá…ha sido un día con mucho trabajo y mañana me espera más de lo mismo. Mi cuerpo está lleno de agujetas por la clase de capoeira y lo único que me apetece es meterme en la cama.
Antes de desconectar mi teléfono y desaparecer para todo el mundo recibo un último mensaje. Lucía, mi vecina del tercero me pregunta si quiero ir a la mañana siguiente a la universidad donde da clase. Su grupo de estudiantes quiere crear una revista en español y me interesa conocer más su proyecto. Me encanta la idea de que quieren crear un medio para expresar sus ideas, lo que piensan y su visión de este país.
A la mañana siguiente Lucía aparece por la oficina muy temprano. La clase empieza a las once y debemos de salir con tiempo. Cogemos un chapa (una especie de mini bus muy común aquí en Maputo que la gente utiliza para moverse por la ciudad) en la esquina de casa y marchamos rumbo a la UEM. Montar en chapa es como ir en una especie de discoteca móvil. La música a todo volumen y el chapa lleno de gente. Si la capacidad del chapa es para nueve personas perfectamente caben el doble o más. Por el módico precio de 5 meticais puedes moverte por la cidade sin problemas. Además si te toca un conductor con el síntoma del “cantante frustrado” el espectáculo está garantizado.
A mí me encanta coger los chapas, porque es estar con la gente normal y corriente. Es volver a la realidad y poner los pies en la tierra. Es ser consciente de que estás viviendo en una ciudad africana y que el lugar donde estoy no es precisamente un jardín de rosas. Para bien o para mal mi trabajo me obliga a moverme a otro nivel y un tipo de círculo determinado… a veces tengo la sensación de estar en un “burbuja”. Por eso agradezco y aprovecho cualquier oportunidad que tengo para salir de esta “burbuja” y mezclarme con la gente.
Cuando llegamos a la universidad, lo primero que vemos es la Facultad de Derecho. Un edificio en buen estado abarrotado de estudiantes que van con sus mochilas, apuntes y libros de clase en clase. Para llegar a la Facultad de Letras, la historia cambia. Debemos atravesar la Facultad de Derecho, salir del recinto, coger por una especie de camino de arena, atravesar un descampado lleno de piedras, tierra, yerbajos, basura durante unos diez minutos y por fín llegar al recinto de la facultad. Un par de edificios viejos, semiderruidos, algunos sin ventanas y un suelo de tierra son lo que conforman el campus.
Lucía se mueve como pez en el agua, saluda a todo el mundo y me lleva hacia su clase. Después de subir tres pisos (porque no hay ascensor) llegamos a la clase de español. Un cuarto del tamaño de mi habitación en Madrid, pupitres amontonados y una pizarra.
Poco a poco van llegando los estudiantes. Lucía me presenta y empezamos a hablar de todo…y sobre todo de la revista. Nos ponemos manos a la obra y elegimos un nombre, una línea de trabajo (aunque ellos ya lo tienen bastante adelantado) y les propongo el poder incluir algunos de sus artículos en el boletín que estoy diseñando para la AECI en Mozambique. Les gusta la idea y a mí me hace ilusión poder participar en la creación de un proyecto como el que tienen ellos y echarles un cable en lo que haga falta. Yo creo que de aquí pueden salir muchas historias… Por el momento se decide la fecha de presentación oficial y me piden que participe y diga unas palabras. Evidentemente acepto la propuesta.
La hora de la clase acaba y Lucía debe quedarse porque en media hora empieza con otro grupo. Mario, un joven moçambicano que tuvo la oportunidad de estar el mes de julio en Madrid estudiando español con una Beca de la AECI me acompaña para coger el chapa.
Volvemos a atravesar el descampado, los caminos de arena, el campo, la Facultad de Derecho y mientras hablamos sobre su experiencia en Madrid. El con un español perfecto y yo con mi portuñol que espero que mejore.
Cuando llego a mi oficina me doy cuenta del potencial que hay entre la gente de aquí… y que sólo falta que alguien lo descubra y le de una oportunidad para que empiece a brillar.
Todo el mundo merece tener una oportunidad.
Quizás algunos hemos sido más afortunados que otros y si alguno de nosotros puede poner su granito de arena para ayudar a los demás…¿por qué no hacerlo?

lunes, 22 de octubre de 2007

Concierto en Costa Do Sol

El día acaba y la noche comienza. Tras un mañana de churrasco en casa de Eduardo (un ejecutivo brasileño que lleva en Mozambique un año trabajando para una empresa privada de Sao Paulo), unas cuantas caipirinhas y unos bailecitos de salsa al ritmo de Buenavista Social Club el día parecía que iba a acabar siendo el típico domingo de barbacoa.

Pero una llamada al móvil de Katarina (la representante de la Cooperación Flamenca en Mozambique) cambió los planes.Mientras el resto de la gente se quedaba en la casa de Eduardo para ver la carrera de fórmula 1, Karuzo (un chico que es profesor en la Universidad Politécnica de Maputo), Katarina y yo decidíamos poner rumbo a una zona de la playa conocida como Costa do Sol para ir a una jam de jazz. El lugar: un restaurante muy famoso y tradicional de Maputo llamado igual que la zona, Costa do Sol.


Nada más salir de la urbanización donde vive Eduardo empezó la aventura… ninguno de los tres teníamos coche así que teníamos que buscar a alguien que nos llevara. Mientras Katarina localizaba a nuestro motorista, un viejo taxista moçambicano que nos iba a recoger para llevarnos al lugar, Karuzo llamaba por teléfono a un amigo suyo portugués para que se apuntara. Nuestro motorista nos decía que estaba cerca de donde estábamos y nosotros esperábamos y esperábamos. Pasaba el tiempo y él no aparecía. Mirábamos el reloj, tic, tac, tic, tac… los minutos pasaban y nosotros seguíamos en mitad de la carretera. Algunos coches paraban… no es normal ver a tres extranjeros en la mitad de la nada a las seis de la tarde cuando ya todo está oscuro (aquí a las seis ya es de noche). Cuando se daban cuenta que todo “estaba bien” y que no “necesitábamos de su ayuda” seguían su camino. Coches grandes, coches pequeños, bicicletas, camiones, chapas (una especie de minibuses y medio de transporte utilizado para moverse por la ciudad), más camiones con la música a tope y gente bebida cantando como loca… y he de decir que es toda una experiencia el estar tirado en medio de una carretera maputiense.


Parecía que estábamos metidos en una película de los hermanos Marx. Katarina llamaba al motorista, éste la volvía a llamar a ella y le aseguraba que estaba cerca. Karuzo por su parte no paraba de mandar sms a su amigo Pedro (el portugués) para que nos recogiera y la gente y coches del lugar no paraban de mirar… éramos la atracción del momento.


Cuando ya pensábamos que nos íbamos a quedar tirados allí, aparece nuestro querido motorista, despacio, relajado, calmado… en seguida me viene la mente el consejo que me dió un amigo sobre el concepto de tiempo africano. Respiramos hondo, nos miramos y decidimos reirnos de la situación. Subimos a taxi y nos ponemos rumbo hacia a Costa do Sol.


Al llegar a la entrada nos encontramos un parking lleno de coches y una música de fondo que nos encanta. En frente del restaurante, la playa, la brisa y la palmeras. Dentro… el arte, lo sutil, la esencia, el sentimiento y jazz.

Un percusionista, un guitarra, un bajista, un contrabajo, un batería y una joven cantante moçambicana nos deleitan con su música. Nos sentamos en una mesita a la entrada de la sala y empezamos a disfrutar de la noche.

Las cervezas y las coca-colas light van y vienen hasta que una música de ritmos afro-caribeños empieza a sonar. Yo no aguanto la tentación y salgo a bailar… es como si no pudiera controlar mi cuerpo. La música es pegadiza y el ambiente que nos rodea es único… cuando me doy cuenta… todo el mundo sale al escenario. Niños, mayores, jóvenes, blancos, negros… todos bailando los ritmos afrojazzeros.

Una noche de domingo original donde el tiempo se para, otra vez el tiempo africano


Realmente Costa do Sol es un lugar mágico, un lugar ideal en la costa de Maputo al más estilo años 60 pero que conserva la esencia de los lugares con historia.

Ginga de Maputo

Se llama Sete Dedos y no mide más de uno sesenta. Unas rastas finas y cortas hasta la barbilla y un cuerpo delgado pero fibroso…cuando sonríe se le ven todos los dientes tan blancos que contrastan con su piel preta. Siempre está sonriendo y tiene una paciencia…

Todavía no sé cuál es su verdadero nombre, porque todo el mundo le llama Sete Dedos y cuando pregunto a la gente porqué se llama así…nadie sabe la razón.

El primer día que le conocí, yo me encontraba a la puerta de una especie de “gimnasio” que está a cinco minutos de mi casa esperando que acabara una clase de aerobic. Una amiga me había comentado que en esa escuela daban clases de capoeria. En cuanto le vi acercarse hacia donde yo estaba, con un radiocasete del año de la pera y un niño pequeño de no más de 8 años pegado a él…supe que él era la persona a la que estaba buscando.

Una de las señoras de aerobic me dijo que él era el profe. Me acerqué, me presenté y Sete Dedos me empezó a explicar la historia de la capoeira.

La música “chunta-chunta” de la clase de aerobic acabó y las señoras medio sudadas y con todas sus carnes al descubierto empezaron a desalojar el gimnasio. Este “gimnasio” no tiene ventanas, por lo que no se percibe el olor a humanidad que en otro contexto estoy segura que sería fastidioso.

Sete Dedos enchufó el radiocasete y empezó a sonar la música de la capoeria… el pequeño que lo acompañaba empezó a dançar y dar volteretas. Los capoeristas empezaron a llegar y calentar. La clase iba a empezar.

Ni corta ni perezosa me uní al grupo… y la experiencia fue genial. Ahí estaba yo, rodeada de capoeristas moçambicanos, tratando de seguirles el ritmo, y con Dinho (el niño pequeño que siempre va con Sete Dedos) a mi lado… “supervisándome “ y “asegurándose” de que hacía bien los ejercicios. Ginga, esquiva, negativa… ginga, esquiva, negativa… ginga, esquiva, negativa…”. Los tres movimientos básicos de la capoeira.

No puedo describir lo que es dançar al ritmo del berimbau. Hay que vivirlo, sentirlo y dejarse llevar.

Pertenecer al grupo Ginga de Maputo (el nombre del grupo de capoeira que tiene su base en Pretoria, Sudáfrica) ha sido como un soplo de aire fresco en mi vida. Gente totalmente distinta, otro contexto.

Estoy feliz. Descubriendo y conociendo más este país…

besÖs para todos

Con los líderes y Chefes de Barrio en Manhiça

Son las seis de la mañana y la alarma de mi móvil no deja de sonar. A las siete salimos con el chofer hacia el municipio de Manhiça, una pequeña localidad a 80 km de la capital.

A las ocho de la mañana han sido convocados todos los líderes y Chefes de Barrio de Manhiça. la AECI en Mozambique y el MICOA (Ministerio para la Coordiación Ambiental) han organizando unos cursos de “Planeamiento Urbano”. La verdad es que no tengo ni idea de qué va a tratar el curso, qué tipo de gente irá y si me voy a enterar de algo… Es mi primera salida oficial a terreno y me siento como cuando estaba en el colegio y tenía que presentarme a un examen. Esa sensación en el estómago entre nervios y vacío… el día anterior la Coordinadora de Municipios me pasa un e-mail con unas líneas sobre qué va a tratar el curso… pero como me dice ella al final de su correo: “Mejor que lo veas tú… ya me entenderás…”. Amparo, mi compañera de piso viene también. Ella lleva uno de los proyectos en esta zona y debe asistir.


Las siete menos un minuto, y nuestro chofer, Joao Paulo (Jean Paul como le llamo yo) nos espera en el parking del Predio de la Cooperaçao (el edificio donde vivimos). Subimos rápidamente al coche y cogemos carretera rumbo a Manhiça.


Las afueras de Maputo están llenas de chabolas, no hay calles propiamente dichos y las mañanas son un hervidero de gente. Los niños están en la calle, juegan con viejos neumáticos de coche o con latas de coca-cola. Los más mayores que no sobrepasan los ocho años cuidan de los pequeños. Algunas niñas, llevan en sus pequeñas capulanas a la espalda a los más pequeños. Bebitos de no más de un año duermen, mientras sus cuidadoras juegan con piedras con un trozo de tela a modo de muñecas. Esos son sus juguetes y no van al colegio. Pero lo que veo no es una excepción, o algo típico de esa zona… desgraciadamente es lo normal y lo común en este país.


Respiro hondo (nunca pensé que las famosas respiraciones yóguicas de las que siempre me reía cuando iba a clase de yoga me fueran a servir tanto…) y sigo mirando a través del cristal. De fondo escuchamos la radio y Jean Paul me va explicando los lugares por los que vamos pasando. Yo sigo observando por la ventana.


Cuando dejamos atrás la capital lo único que hay a nuestro alrededor es campo. Carretera, tierra y algún que otro pueblecito. Al cabo de una hora por fín llegamos a Manhiça. La entrada al pueblo está asfaltada, me sorprende y Amparo me dice que sólo está asfaltada la calle principal. El resto de las calles son tierra. Cogemos una de estas calles y nos dirigimos al Conselhio Municipal (el Ayuntamiento) y allí unas cuarenta personas esperan en la puerta principal.

No tenía ni idea que hubiera tanta gente y cuando bajamos del coche todo el mundo nos mira. Sólo hay seis mujeres en este grupo de gente. El resto son hombres, jóvenes y mayores a la espera del comienzo del curso. Una de estas mujeres, una típica Mama Africana me mira y me sonríe. Saco mi cámara y le hago una foto a ella y a las dos mamas que están sentadas al lado.


Amparo entra en la sala donde va a tener lugar el curso y yo me quedo fuera observando, haciendo algunas fotos de la gente y charlando con los colegas de la Televisión Moçambicana que van a cubrir la inauguración de los cursos.


Como siempre… no empezamos a la hora…y hasta las nueve y cuarto no llegan los representantes para dar comienzo a la formación.


Y allí estoy yo, sentada, entre los líderes y Chefes de Barrio pendiente del traductor… porque la mayoría de los asistentes que están en la sala no hablan portugués, hablan un dialecto llamado rongó. Así que imaginaros, del rongó al portugués y del portugués al rongó. Cuando la gente se empieza a dormir (porque la charla es un poco pesada) el traductor, un abuelete muy simpático que me recuerda a Billy Cosby se pone a cantar o a aplaudir. Si, de repente en medio de la charla, hace una pausa, dice unas palabras en rongó y se pone a cantar y todos le siguen. Parece que esta es una manera para que la gente preste atención.


La piel se me pone de gallina y saco la cámara y grabo un mini video. Es algo surrealista, no sólo por el entorno, ni por la gente, ni por los contenidos (lo que se les está enseñando es como organizar las aldeas o pueblos, la estructura que deben de seguir cuando construyen sus casas, la importancia de respetar el espacio, el no edificar en medio de una vía de tren o cerca de una torre eléctrica o la importancia de crear una zona de letrinas lejos del área donde cocine la comunidad… cosas obvias para nosotros pero que para ellos es una novedad) sino por el hecho de que estoy asistiendo en un pueblo perdido al otro lado del mundo a un curso de “urbanismo”.


Cuando llega la hora de comer, nos vamos todo el grupo a una especie de “restaurante” de la calle principal. Coca-cola, arroz blanco y pollo es lo que nos tiene preparado. Nos sentamos en dos filas de mesas y es genial el poder compartir con todos ellos. Es gracioso ver cómo nos comunicamos, yo en mi portuñol, y ellos en rongó. Nos reimos y compartimos la comida, para mi es un honor.


A la vuelta nos dividen en grupos… ahora hay que trabajar en grupo y discutir y sacar las conclusiones comunes de lo que “hemos aprendido” por la mañana. Me uno al grupo de la mama africana, que me sonrió por la mañana. Ella es una mujer robusta, con gafas, pelo blanco y unas manos grandes y curtidas…esas manos seguro que si hablaran podrían contar muchas historias de campo. Viste con una capulana como falda y una camisa con una especie de pin con la bandera moçambicana. Debajo del pin, su cargo: Lider de mujeres del municipio de Manhiça. Durante la puesta en común es la que más habla, la veo muy comprometida con su comunidad y preocupada por aplicar los conocimientos y la información que nos han trasmitido. Me encanta…además trata de hablar en portugués para que entienda lo que dice.


La verdad es que para mí es toda una experiencia, yo también participo en el debate. Todos me escuchan atentamente y “escriben” (los que saben) mis observaciones. La mama africana me vuelve a sonreir.


El tiempo pasa y llega la hora de la puesta en común. Otro canto y más palmas. Parece que hemos acabado. Abraços, saludos y más fotos. Ellos, se suben a la parte trasera de un camión y yo me voy en busca de Jean Paul.



Khanimambo (gracias en rongó y changana)





miércoles, 10 de octubre de 2007

Ponta do Oro!






Finde Maputiense

Si alguien alguna vez me hubiera dicho que Maputo tenía vida nocturna, jamás lo hubiera creído... más que nada por la imagen que tenemos de Africa en general y de las capitales en estos continentes. Después de mi experiencia habesha, en la gran Abyssina (Etiopía) pensé que nada podría sorprenderme de esta ciudad pero cual lejos estaba de la realidad.
El fin de semana comenzó el viernes, cuando nos invitaron a Amparo (mi compañera de piso) y a mí a un concierto en el Centro Cultural Franco-Moçambicano. No teníamos ni idea de donde estaba, quién tocaba ni quiénes íbamos. A las nueve y media, Carlos (un compañero de trabajo gallego) nos esperaba en la puerta para llevarnos a lo que sería uno de los conciertos en directo más alucinantes a los que he ido. El estilo de música... ni lo sé describir porque era una mezcla de jazz, soul, musica africana, salsa... un tal Davy Sicard que nos dejó a todos con la boca abierta... dos horas y medio de concierto que hicieron bailar a todos los que estabamos presentes. Este hombre, musicalmente hablando es como un hibrido entre Tracy Chapman, Ben Harper e Ismael Lo... un músico con talento que brilla con luz propia.
Después del concierto llego la hora de socializar: moçambicanos, austriacos, portugueses, brasileñs, japoneses, finlandeses, americanos, franceses... una "mini torre de babel" en un remoto lugar del mundo. Todos con sus historias y todos con espíritu aventurero. Unas cervezas, risas y para casa. Al día siguiente a las seis de la mañna madrugábamos para ir a Inhaca, un isla paradisiaca a tres horas en barco de la costa de Maputo.
Pero un sms a las tantas de la madrugada cancelaba la salida... el mal tiempo y la lluvia echaban todo para atras. Porque parezca verdad o no (otro topico que cae), aqui llueve mucho y hace frio en epoca de "veraõ" como dicen aqui. Así que pasamos la mañana durmiendo y organizando la casa. Por la tarde, otro sms para quedar, esa noche hay plan: conocer la vida nocturna de la ciudad. Empezamos en el Cafe-bar de un centro cultural de ambiente moçambicano, un cafe y dos tés, musica en directo y confesiones de tres desconocidas que tratabamos de dejar de serlo: Raquel, una portuguesa que lleva afincada en Maputo algo más de un año trabajando para una empresa de importación, Amparo, una Ingeniera de Obras que llevará proyectos en dos municipios a las afueras de la ciudad y una servidora, periodista aventurera con ganas de vivir experiencias nuevas y escribir "historias con sentido".
Despues cambio de lugar, íbamos al Gil Vicente, uno de los bares de jazz con mas tradición y famosos de la ciudad. En el escenario una voz de una mujer dejaba sin respiracion a los asistentes. El bar lleno de gente y los gin tonic y la cerveza empezaban a aparecer en nuestras manos. Fin del concierto y suben nuevos musicos... el protagonista un pequeño bajista de no más de doce años, a las tantas de la noche cantando y tocando como un autentico profesional. Eso sólo se ve aquí...este pequeño artista si estuviera en Europa seguro que sería un estrella con todas las de la ley.. talento, mucho talento y su voz nos anima a bailar. Rodeadas de desconocidos y al mismo tiempo hablando con todo el mundo... eso es "a vida" como diría un rastafari que se ha pegado a nosotras. Más gin tonic y cerveza y decidimos cambiar de lugar.
Cogemos carretera y nos vamos a la zona conocida aquí como Costa del Sol... en frente de la playa la discoteca más "chic" de Maputo... sólo la gente con pasta puede permitirse el pagar 300 meticais, unos 9 euros al cambio, poco dinero para nosotros y mucho para ellos. A la entrada... un armario 4 x 4 nos pone un sello en la mano y empieza la fiesta. Bajamos las escaleras del Lounge (asi se llama el sitio) y entramos en otra dimension. Musica techno y house al más estilo europeo que no tiene nada que envidar a ninguna discoteca de moda madrileña, gente guapa y mucho baile. Seguimos con el gin tonic y decidimos explorar el lugar. Una puerta acristalada nos lleva a una piscina-terraza que une el Lounge con el Coconuts, una discoteca al aire libre al mas estilo Ibiza. Ritmos de funky, regge, hip hop y musica africana hacen vibrar el lugar. No cabe ni un alma, otro armario 4x4 nos recibe en esta discoteca al aire libre, nos pasa una luz neon por la mano para ver el sello y nos deja pasar. Ahi nos dejamos llevar...bailar, bailar y bailar... y cuando nos cansamos cambiamos de lugar... asi toda la noche hasta que de repente en el Lounge y bailando al ritmo mas housero conocemos a los "chicos de la isla". Un madrileño y un pamplonense que llevan meses viviendo en una isla privada al norte del pais: Tambuzi Island. Ciudadanos del mundo, locos del buceo, el surf y la aventura se unen a nosotras para pasar la noche más divertida desde que llegamos. No miramos el reloj, el tiempo pasa, ya es de día y todavia estamos dançando.
Un amanecer, el sol, la playa y decidimos volver a casa. Los tacones hacen mella y el cansancio se apodera de nosotras. La noche termina y el día empieza...y aunque nosotras nos marchamos la fiesta maputiense continúa... esto es "a vida em Maputo"

Periodista aventurera en tierras africanas

Periodista aventurera en tierras africanas

"Yo soy una parte de todo aquello que he encontrado en mi camino"

"Nunca será tarde para buscar un mundo mejor y más nuevo, si en el empeño ponemos coraje y esperanza".
Lord Alfred Tennyson, Poeta Inglés ( 1809 - 1892)

NUCLEO DE ARTE: http://www.africaserver.nl/nucleo/port/inde

NUCLEO DE ARTE: http://www.africaserver.nl/nucleo/port/inde
Maputo, Moçambique
Add to Technorati Favorites
expat
Powered By Blogger

Con que personajes me estoy encontrando...

Hay dos tipos de viajeros:
Los que van huyendo de algo y los que van buscando algo (sin contar los 'flipados de la vida' claro... esos sí que son unos personajes).
En este viaje me estoy encontrado con todo tipo de gente. Viajar de mochila sola es mucho mas divertido de lo que esperaba.


[Mi viaje en Mozambique
esta siendo toda una experiencia]

Mi viaje en Mozambique y Malawi... lo mejor de viajar por estas tierras lindas

  • Los desconocidos que se convierten en grandes amigos... encontrar gente con las mismas inquietudes y forma de ver la vida en los lugares menos esperados
  • Caminar, caminar, caminar por cualquier rincon de la ciudad o aldea por la que paso
  • Desayunar el musli casero del backpackers en BT
  • Conocer el proyecto de PAMET (Paper Making Education Trust) y charlar y reirme con las mujeres que forman parte de PAMET (www.pamet.org.mw)
  • Ir con mi vestido de capulana tanzaniana y encontrarme en una estacion de chapas a una mujer que lleva puesta la misma capulana!!!
  • Las noches de guitarra y cerveza entre maluies, indios, sudafricanos, cubanos, canadienses y libaneses.
  • Aprender chichewa (lengua de Malawi) en una gasolinera perdida en Luchenza mienstras espero a que me vengan a 'ayudar' desde Blantyre
  • La lluvia en Malawi
  • El sonido de los arboles de Mulanje
  • Las libelulas al atardecer desde el Monte Mulanje
  • Despertarme con el canto del gallo y los pajaros (no necesito despertadOr!)
  • Llorar de felicidad cada vez que la vida me regala un momento nuevo...
  • Entrar en un templo hinduista y charlar con los sacerdotes indios en el centro de la ciudad
  • Comer injera y doro wet... sentirme por unas horas en mi querida Ethiopia (saudades, saudades...!)
  • Encontrar un restaurante de comida ETIOPE en Blantyre... y hablar amarico con el duenho!!!!!!!!!!
  • Llegar hasta Blantyre (Malawi) en un chapa rodeada de sacos de maiz y hormigas voladoras
  • Llegar a la frontera con Malawi y cruzarla a pie bajo la lluvia
  • El viaje en camioneta por una carretera perdida de Gurue a Milange
  • Montar en el camion verde del Senhor Sacoor
  • Charlar con el Senhor Muana Sacoor
  • Relajarme en la cima de la cascada con el sonido del agua que corre...
  • Los caracoles de los caminos de tierra
  • El olor a lluvia entre bosques de bambu y eucalipto
  • Encontrar unas cascadas espectaculares despues de 3 horas de caminata de subida en una montanha (15km a pie!)
  • Conocer el proyecto del padre Ilario (PARABENS...!!!)
  • Perderme entre las plantaciones de te
  • Las montanhas de Gurue
  • Los pajaros a la entrada de Limoe
  • Reirme con los 'mocambico-cubanos' de Gurue
  • La llegada a Mutali
  • Encontrar y comer uvas en la mitad del mato
  • Disfrutar del espectacular paisaje de montanhas en Niassa
  • El viaje en tren de Nampula a Mutuali
  • Descansar en la 'estera-cama' de Mahari
  • Los chicles 'made in brazil'
  • Escuchar a Luck Dub en Caia
  • Sentir la brisa rozar mi cara a través de la pequeña ventana de machibombo
  • Pasear por la noche en la Isla bajo un manto de estrellas
  • Perseguir cangrejos por la playa
  • Descubrir playas paradisiacas
  • Navegar en dhow
  • Descubrir los rincones más insospechados de la Isla de Mozambique
  • Beber un buen vaso de zumo de mango helado
  • Dibujar 'caritas felices' en las yemas de los dedos de los crios con los que me encuentro
  • La hospitalidad de la gente (en todas partes...!!!)
  • compartir lo que tengo con mis 'compañeros de viaje' espontáneos
  • Escribir cuando se puede en el chapa en mi libreta de 3 meticais
  • Caminar entre manglares
  • Escuchar la selección de los 'greatest hits' de la música marrabenta compartiendo chapa con 32 personas más (sip, 33 personas en total embutidas como sardinas en un chapa de Maxixe a Inchopte)
  • Encontrarme con caras conocidas en los lugares más insospechadas (Helder, Valoy, Bavazana...que bom a gente curtio na praia!!!)
  • Los consejos de Gerald y 'Big F****Andy'
  • La amabilidad y hospitalidad de los moçambicanos con los que me voy encontrando (Obrigada Sr.Miguel, Augosto, Emilio, Mama Maria, Edilson....)
  • La brisa que entra por la pequeña ventana en el Nampula Express de Quelimane a Nampula
  • Cuando alguno de los pequeños que viajan en el chapa me tocan y acarician la cabeza
  • Beber 'savana' helada en la playa
  • Las serenatas en inglés, italiando, español, alemán y portugués del viejo João en la Mercado Central de Inhambane
  • Comer 'barracuda peixe' en el mercado del pueblo
  • Conocer gente... viajeros aventureros con mil experiencias que enriquecen mi mundo
  • Conversaciones sobre la vida alrededor de una hoguera en la playa con desconocidos que dejan de serlo
  • Charlar con las mamas, los pescadores, los niños de cada pueblo por el que paso
  • Un baño a media noche en el Océano Indico bajo un cielo estrellado
  • Caminar descalza