Pero una llamada al móvil de Katarina (la representante de
Nada más salir de la urbanización donde vive Eduardo empezó la aventura… ninguno de los tres teníamos coche así que teníamos que buscar a alguien que nos llevara. Mientras Katarina localizaba a nuestro motorista, un viejo taxista moçambicano que nos iba a recoger para llevarnos al lugar, Karuzo llamaba por teléfono a un amigo suyo portugués para que se apuntara. Nuestro motorista nos decía que estaba cerca de donde estábamos y nosotros esperábamos y esperábamos. Pasaba el tiempo y él no aparecía. Mirábamos el reloj, tic, tac, tic, tac… los minutos pasaban y nosotros seguíamos en mitad de la carretera. Algunos coches paraban… no es normal ver a tres extranjeros en la mitad de la nada a las seis de la tarde cuando ya todo está oscuro (aquí a las seis ya es de noche). Cuando se daban cuenta que todo “estaba bien” y que no “necesitábamos de su ayuda” seguían su camino. Coches grandes, coches pequeños, bicicletas, camiones, chapas (una especie de minibuses y medio de transporte utilizado para moverse por la ciudad), más camiones con la música a tope y gente bebida cantando como loca… y he de decir que es toda una experiencia el estar tirado en medio de una carretera maputiense.
Parecía que estábamos metidos en una película de los hermanos Marx. Katarina llamaba al motorista, éste la volvía a llamar a ella y le aseguraba que estaba cerca. Karuzo por su parte no paraba de mandar sms a su amigo Pedro (el portugués) para que nos recogiera y la gente y coches del lugar no paraban de mirar… éramos la atracción del momento.
Cuando ya pensábamos que nos íbamos a quedar tirados allí, aparece nuestro querido motorista, despacio, relajado, calmado… en seguida me viene la mente el consejo que me dió un amigo sobre el concepto de tiempo africano. Respiramos hondo, nos miramos y decidimos reirnos de la situación. Subimos a taxi y nos ponemos rumbo hacia a Costa do Sol.
Al llegar a la entrada nos encontramos un parking lleno de coches y una música de fondo que nos encanta. En frente del restaurante, la playa, la brisa y la palmeras. Dentro… el arte, lo sutil, la esencia, el sentimiento y jazz.
Un percusionista, un guitarra, un bajista, un contrabajo, un batería y una joven cantante moçambicana nos deleitan con su música. Nos sentamos en una mesita a la entrada de la sala y empezamos a disfrutar de la noche.
Las cervezas y las coca-colas light van y vienen hasta que una música de ritmos afro-caribeños empieza a sonar. Yo no aguanto la tentación y salgo a bailar… es como si no pudiera controlar mi cuerpo. La música es pegadiza y el ambiente que nos rodea es único… cuando me doy cuenta… todo el mundo sale al escenario. Niños, mayores, jóvenes, blancos, negros… todos bailando los ritmos afrojazzeros.
Una noche de domingo original donde el tiempo se para, otra vez el tiempo africano…
Realmente Costa do Sol es un lugar mágico, un lugar ideal en la costa de Maputo al más estilo años 60 pero que conserva la esencia de los lugares con historia.
3 comentarios:
Sandra, tu blog esta muy bien. Sobre todo porque nos hace hacernos a la idea de como es la vida en Maputo. Sigue pasandolo bien.
Besos
Fofinha, ya sabes como estoy feliz de haverte encontrado-tu energia, tu amor de vida, tu carpe diem, tu carino son excepcionales! Viva las caipirinhas!:) Y GRACIAS por ti.
jooooo... me encanta tu forma de describir y vivir la vida fofinha!
Irradias una preciosa energia.
Me alegro mucho en haberte conocido y poder compartir muchas de estas enriquecedoras aventuras en Mozambique contigo!
Beijocas
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